Cómo nos manipulan en las redes sociales | Santiago Bilinkis…



Ustedes saben qué están haciendo sus teléfonos en este momento? Están acumulando datos sobre nuestras vidas, nuestras …

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Traductor: Sebastian Betti Revisor: Gisela Giardino Hace un tiempo estaba en un bar. En otra mesa había una mujer con su hijo de unos cinco años. Ella estaba completamente capturada por su celular. Y mientras el nene la miraba. Tal vez otro chico hubiera hecho lío para tratar de llamar su atención. Pero este nene no. Esperó un buen rato, finalmente se paró de su silla, fue detrás de su mamá y empezó a acariciarle el pelo. Intentó convocarla con caricias durante varios minutos. Y ella en ningún momento se dio cuenta de lo que estaba pasando. Me invadió la pregunta: ¿cuántas veces habría estado yo en la misma situación sin siquiera darme cuenta? ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué vivimos obsesionados por nuestras pantallas? Hoy desbloqueamos el celular 150 veces al día. Esto es una vez cada 6 minutos durante el tiempo que pasamos despiertos. Decidí investigar sobre el tema y llegué a una conclusión que me impactó. Lo que nos está pasando con la tecnología no es casualidad. La Universidad de Stanford está ubicada en el corazón de Silicon Valley, la cuna de las mayores compañías tecnológicas del mundo. Ahí tiene su sede el Laboratorio de Tecnología Persuasiva, donde investigadores brillantes trabajan, de acuerdo a sus propias palabras, para ver cómo usar las páginas web y las aplicaciones móviles que utilizamos para manipular lo que pensamos y lo que hacemos. Intentar persuadir a los demás es tan viejo como el mundo. Pero los dispositivos digitales y el enorme volumen de información personal acumulado acerca de nosotros a partir de nuestra actividad online están creando una vía nueva de manipular nuestros pensamientos y acciones aprovechando las vulnerabilidades de la mente detectadas por la economía del comportamiento, la psicología y la neurociencia. Los ejemplos abundan. En la escala social, los intentos por manipular elecciones, la proliferación de noticias falsas, el agrandamiento de todas las grietas. En la órbita personal, padres que no vemos a nuestros hijos y, al revés, reuniones donde cada uno está más preocupado por lo que pasa en su pantalla que por lo que pasa a su alrededor. Una dificultad cada vez más grande para concentrarnos. Este fenómeno empezó con la expectativa inicial de que todo en Internet tenía que ser gratuito. Un grupo de compañías tuvo que encontrar la manera de ganar dinero sin cobrarle a los usuarios. Lo primero que hicieron fue poner publicidad y empezar a cobrarle a los anunciantes. Después vino empezar a recopilar este montón de datos personales para ultra-segmentar el mensaje que nos dan a cada uno. Finalmente, para aumentar sus ganancias cada compañía necesitó que pasáramos más y más tiempo en su plataforma. Así nació el hackeo de nuestra atención. Cuando el producto que las empresas venden es tu atención, todos compiten contra todos. Facebook compite contra otra red social como Twitter, pero también compite con productos muy diferentes como YouTube, Netfilx o Fortnite. Cada segundo que no estás ahí hipnotizado es tiempo que ellos no pueden vender a sus anunciantes. Por eso utilizan notificaciones visuales y sonoras y todo tipo de trucos para distraerte de cualquier cosa que estés haciendo, inclusive cuando estás usando las demás plataformas. El primer presidente de Facebook se convirtió hace un tiempo en un arrepentido. En una presentación contó que él y Mark Zuckerberg eran absolutamente conscientes al desarrollar la plataforma de estar explotando vulnerabilidades de nuestra mente para maximizar el efecto adictivo. Pero él no fue el único en reconocer el uso de estos mecanismos abusivos. Recientemente el fundador de Netfilx declaró que su mayor enemigo es el sueño. Su meta es que durmamos menos para que pasemos más tiempo mirando series. Vendernos productos que no nos hacen bien tampoco es nuevo. Pero al menos los ejecutivos de compañías como las tabacaleras actuaban a la defensiva. El fundador de Netflix no tiene reparos en decirnos de frente que su compañía está dispuesta a inducirnos hábitos totalmente contrarios a nuestra salud con tal de ganar más plata. Para alcanzar estos fines necesitan de nuestra ingenuidad. Cuando vamos a comprar un producto, digamos un par de zapatos, tenemos cierta desconfianza. Nos preguntamos cosas como ¿serán cómodos? ¿Tendrán buena calidad? ¿Estaré pagando un precio razonable? Pero cuando el producto es gratis, bajamos la guardia. Si el producto es gratis tendríamos que desconfiar mucho más todavía. ¿Por qué querría una gran empresa multinacional incurrir en los enormes costos de desarrollar una red social, una plataforma de videos, un sistema de correo electrónico, para que lo usemos gratis? Nada es gratis en el mundo de las empresas. Si no estamos pagando con dinero, ¿de qué otra manera estaremos pagando? Un área de manipulación especialmente sensible es la autoestima. El creciente uso de fotos y videos como lenguaje principal en las redes, le da una importancia absurda, desproporcionada, al aspecto estético y el aspecto físico por sobre todas las demás dimensiones de nuestra persona frente a los ojos de los demás y, por lo tanto, de nosotros mismos. Y las redes aprovechan. Las redes aprovechan la fascinación que nos causa espiar las vidas ajenas e impactar a los demás con nuestra propia imagen para mantenernos indefinidamente cautivados. Más aún, dado que cada uno de nosotros comparte contenido muy poco espontáneo de los momentos más destacados de nuestro día y convenientemente editado para que parezcan mucho mejor de lo que fue, cuando después vamos en el colectivo, apretados, aburridos, mirando una red social, resulta inevitable que tengamos la errónea sensación de que somos los únicos que tenemos una vida común más llena de obligaciones y percances que de risas y puestas de sol. Es inevitable que la comparación contra estos falsos ideales nos deje desilusionados respecto de nuestra propia vida. La decisión de a quién seguimos y qué mostramos es clave para romper los efectos de este espejo distorsionado. Si bien siempre fue cierto que había personas más populares y otros más retraídos, de alguna manera esto está implícito. Hoy se mide y está a la vista de todos. Los me gusta y la cantidad de seguidores son la moneda en la que hoy se comercia la aceptación social. Y cada acto queda sujeto a la cuantificación pública de la cantidad de me gusta que recibe. Como resultado, empezamos a vivir la vida para mostrarla, no para disfrutarla. Ese es el pantano narcisista en el que las redes nos metieron y del que, curiosamente, no queremos salir. El deseo de encontrar a alguien a quien amar y ser amados nos deja en una posición especialmente vulnerable. El mes pasado la Secretaría de Defensa del Consumidor de EE.UU. demandó a la mayor empresa mundial de citas. Los acusa de aprovecharse de la desesperación de quienes no están pudiendo encontrar pareja para permitir que sean contactados desde perfiles falsos, invitarlos a pagar para entrar en contacto con estas personas inexistentes que después jamás devolverán sus mensajes. ¿Realmente vale todo para retenernos como usuarios y quedarse con nuestro dinero? Otro grupo especialmente atractivo y que resulta un blanco fácil son nuestros chicos. Es la adolescencia el momento donde la manipulación de la autoestima encuentra el terreno más fértil. Pero el problema empieza mucho antes que eso. Los bebés también han sido descubiertos como un nuevo target consumidor. YouTube está lleno de videos específicamente diseñados para cautivarlos. A pesar de que la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es que los menores de dos años no pasen ni un segundo frente a pantallas la realidad es bien diferente. El promedio de tiempo hoy para chicos de dos años es de dos horas y media al día. Y un tercio de los bebés utiliza pantallas desde antes de caminar. En esta etapa crucial del desarrollo del sistema nervioso y de la psiquis, el chupete electrónico se está convirtiendo en un tentador escape para los padres y está reemplazando al contacto físico, el uso de la palabra y los juegos de crianza. Muchos padres incluso se enorgullecen de la habilidad de sus bebés para manejar los dispositivos. Ven lo que sus hijos aprenden con estos videos, los animales, los colores, pero no ven los aprendizajes y experiencias que se pierden. Varios estudios científicos están empezando ya a mostrar las consecuencias negativas de este cambio en áreas como la adquisición del lenguaje, el tiempo de atención y el desarrollo socio-emocional. El riesgo más grande para nuestros chicos no es el uso temprano de pantallas sino el corrimiento excesivo de los adultos. (Aplausos) Frente a esto hay algunas personas que dicen: "Después de todo, es lo mismo de siempre. En los 40 el villano era la radio, en los 60 era la televisión, en los 80 los videojuegos, y ahora es esto". Para Sócrates, el villano era la escritura. Siempre hay algo que los mayores demonizan simplemente porque es nuevo. Pero esta vez es distinto. Porque si bien por inercia seguimos llamando teléfono celular a la supercomputadora ultraliviana que cada uno lleva consigo, este aparato es todo. Es sí un celular pero es también una cámara de fotos, un televisor, un GPS, una consola de juegos, una filmadora, un navegador de Internet, una linterna, un reloj despertador, una calculadora, un equipo de música… y muchas cosas más. No solo es todo. Está con nosotros en todo lugar y en todo momento, ofreciendo la promesa de un flujo ilimitado de contenido capaz de llenar el vacío de cada instante de nuestra vida. Y sin embargo, en esta era de hipercomunicación los estudios muestran que la cantidad de gente que se siente sola jamás fue tan alta como ahora. No hay peor soledad que la soledad rodeado de gente. Y todo esto se va a poner peor. Hasta ahora solo un puñado de compañías aplicaba estos mecanismos. Pero nuevos emprendimientos están desarrollando software para llevar estos métodos manipulativos a todos los productos digitales. El uso de la manipulación y el hackeo de nuestra atención recién están comenzando. ¿Qué hacemos entonces? ¿Abandonamos los celulares y damos de baja las redes sociales? No, no hace falta llegar a tanto. Las ventajas de la vida conectada son demasiado grandes como para renunciar a ellas. Pero estamos en una lucha desigual entre compañías muy sofisticadas y usuarios que actuamos con ingenuidad. Firmamos un contrato escrito por la otra parte sin siquiera poder leer ni saber qué diablos estamos firmando. Para nivelar la cancha necesitamos entender cómo funcionan estos mecanismos para poder defendernos de la manipulación. Si nos preguntamos cómo cada una de estas compañías gana dinero resulta más fácil tratar de imaginar qué tipo de conductas pueden querer estar induciendo en nosotros y qué tipo de información pueden estar procurando para hacerlo. Por ejemplo, la próxima vez que uses una aplicación de citas tené presente que el negocio de estas compañías es que busques, no que encuentres. Los dispositivos y las redes nos mantienen ensimismados, distraídos, impacientes y enfocados en el consumo pasivo. Pero no tiene por qué ser así. Es momento de abandonar la ingenuidad y lanzar la contraofensiva. Podemos recuperar el control de nuestra vida para aprovechar los beneficios de la tecnología sin quedar atrapados en ella; aprovechar la supercomputadora que llevamos con nosotros para crear, no solo para consumir. Usarla para vivir experiencias compartidas en vez de quedar cada uno encerrado en su propia pantalla. En definitiva, el desafío es poner las plataformas y los dispositivos al servicio de la vida que queremos vivir, no de la vida que otros necesitan que vivamos. (Aplausos)

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